viernes, 23 de octubre de 2009

Caminando por Cuzco

24 horas en bus separan la capital del Perú de la capital del Antiguo imperio Inca. Una vez puestos los pies sobre el suelo de Cuzco, comienzas a sentir la maravillosa energía que rodea esta mística ciudad, en la que las culturas se han ido mezclando hasta resultar en lo que hoy conocemos. Al caminar por sus calles notas obvios vestigios de aquellos que alguna vez reinaron sobre estos territorios, tanto la historia se va superponiendo para formar las estructuras. La imposición ibérica no puede ocultar lo que se esconde tras sus paredes, casi en cada iglesia o monasterio hubo alguna vez un palacio o templo de los Incas, en las piedras se puede notar, en las raíces sobre las cuales se apoyan y alimentan esas estructuras.



La Catedral y la Plaza de Armas despiertan con su pueblo cada mañana para brindar espacio a una gran cantidad de turistas y cazadores que intentan conseguir presas que compren souvenirs o caigan ante el llamado más pronunciado por estas calles -Massage Mister-.





Un hombre descansa y escribe recostado sobre las paredes coloniales de la catedral.





Sobre las paredes al costado de la iglesia se pueden ver los distintos trabajos sobre la roca, los cuales revelan las ancestrales paredes que allí formaron un palacio en otra época.

















La Iglesia de San Francisco se levanta a un lado de la Catedral.





La fuente desde el centro de la Plaza de Armas.













Cuzco nocturno se llena de luces y los bares atienden a una sedienta población turística y local que acude a su divertida embriagues.



Desde un cuarto de hostal se llenan las páginas de un diario que será eterno recuerdo de esta travesía.



Las calles de piedra e inclinadas subidas son parte de la morfología de la ciudad, sus paredes de adobe, aceras inexistentes y toscos acabados, mantienen el misterioso aspecto de una ciudad que no se permite consumir los caprichos y estética de lo moderno.





La felicidad se transmite en el aire, la energía llega toca el alama y se producen sonrisas.







Calles pequeñas, pasos de carreta, pasos antiguos, aunque pasos corruptos por el hombre blanco.





Una manifestación deja claro que el pueblo no quiere vender sus tierras ni sus costumbres a los inversionistas extranjeros.







Al lado de tantos turistas alguien pide, alguien canta, alguien llora.













Nuestras miradas van paseando, buscando momentos, situaciones y detalles. En cada esquina del mundo algo o alguien te sorprende si te detienes a observar.











Es el momento para descansar, para tomar una siesta y luego continuar.















El movimiento caracteriza este mercado, unos llegan, otros se van pero todos pasan por allí. Para comer, vestir o tan solo caminar, el mercado central es un lugar lleno de variedad y sobre todo de pueblo.





Algunos muros de piedra imitan los restos incas, otros son reales y antiguos.





Los viejos muros siguen siendo base para las casas y comercios de la ciudad.





Mientras todos caminan afuera, dos se divierten dándole un segundo a las estatuas para que cambien de pose sin que nadie pueda advertirlo.




Nuestro cuarto tenía más camas que personas (eran 3 para los 2) pero nunca sobra espacio donde hay mucho, a menos que falte alguien y siempre se encuentra un lugar.



Vista desde la ventana del cuarto.







Escribiendo desde la Plazoleta de San Blas.

  • Callejones de un Cuzco por la tarde:






























Esperando el momento de tomar las mochilas y dejar esta mágica ciudad para seguir conociendo los lugares que ofrece nuestra gran Sudamérica..



Hasta luego decimos, sabiendo que mas pronto que tarde volveremos a pisar este suelo Inca.

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